Las personas somos seres sociales, lo que quiere decir que necesitamos estar con más personas. Integrarnos. Lo cual me parece una putada, porque básicamente la sociedad la mayoría del tiempo es una gran mierda. Además de que es algo agotador, por ejemplo, ¿cuántas veces hemos puesto una sonrisa falsa en la cara para disimular lo que está pasando en ese momento por tu mente, o para simplemente agradar a alguien? Yo desde luego, más de las que puedo llegar a contar alguna vez en la vida.
Y es más agotador aún cuando ni siquiera te gustan las personas, no le ves la utilidad a estar teniendo una conversación falsa, o simplemente estar sonriendo y asintiendo como si escucharas alguna de las palabras que sale de la boca de quien está hablando. Lo peor de esto es que ninguno somos una isla y podemos vivir apartados. Claro, se puede intentar, pero acabas hablando con cualquier mueble, cosa que no es muy buena para la cordura. Así que no te queda más remedio que integrarte, socializar, y finalmente hacer algún que otro amigo, creyendo que lo conoces todo lo que lo puedes conocer; pero de pronto... ¡ZAS! Tira alguna bola curva y entonces me pregunto yo, ¿cuánto crees que puedes llegar a conocer a alguien?
Supongo que no importa cuánto creas que conoces a alguien, la dura realidad es que nunca llegas a conocer realmente a nadie.
El otro día, cuando estaba pensando sobre estas cosas leí en el libro que tenía entre manos esa frase que me caló bastante, porque me di cuenta de cuanta verdad dice. A veces las personas que mejor crees conocer en este mundo son a las que menos acabas conociendo, y ¿cómo de triste es eso? ¿Cómo de triste es que ahora no sea capaz de confiar en nadie? Es jodidamente triste que me pase mi vida pensando que me van a acabar apuñalando por la espalda, o preguntándome si volveré a salir quemada otra vez.