lunes, 26 de noviembre de 2018

Pausa.

Un café a solas, bien caliente, y un día frío a través de la ventana invitan a la reflexión ,
a la introspección. A invadir las profundidades de tu mismo ser y ver qué ocurre,
ver qué encuentras en el camino.
Y si eso te asusta y te lleva a frenar, o avanzas con todo,
arañazos superficiales y heridas profundas todavía sin cerrar.
Hoy sólo he rozado las heridas profundas. Hay cosas que es mejor dejar
sin resolver, sólo posponiendo su final hasta que la opción de enfrentarlas
no sea más una opción, sino algo ineludible.
Sin embargo, hoy he decidido curar algunos arañazos, o al menos intentarlo.
Todos sabemos que hay ocasiones en las que los arañazos más superficiales e
ínfimos se infectan y tenemos que tratarlos. Cuando más tiempo los ignoremos más
se complicarán con el tiempo.
Pues bien, el arañazo de hoy es la espera. Sí, la espera está algo infectada
 y en alta necesidad de cuidados.
Está bien esperar, tener paciencia y que las cosas sigan su propio ritmo determinado.
Tener esperanza y creer que las cosas ocurrirán está bien;
pero, a su vez, la esperanza también cansa.
Es como estar mirando una puerta que no sabemos lo que esconde, ni cuándo se va a abrir.
Sin embargo, si nos atrevemos, podemos abrirla y ver qué pasa, ver a dónde lleva.
A veces, necesitamos precipitar un poco las cosas, sólo para poder seguir esperando.

lunes, 12 de febrero de 2018

Yo era noche,
tú eras día.

Yo era frío,
tú eras calor.

Yo era  miedo, inseguridad,
tú eras fuerza, valentía.

Yo era sin ser,
tú eras creyendo ser.

Yo era ganas, ilusión,
tu eras oportunidad.

Yo era la hoja movida por el viento,
el barco dirigido por la marea;
tú eras roca, ancla, raíz.

Yo era grieta,
tú eras muro.

Yo acabe siendo,
tú te acabaste perdiendo.
Todo lo que se tenia que decir, se dijo.
Todo lo que había que ver, se vio.
Todo lo que era antes, se fue.
Ahora nada es como era, ni como fue, simplemente es
en su nueva forma.

viernes, 3 de febrero de 2017

¿Y ahora qué?

Es extraño volver a un sitio en el que has sentido tanto, un sitio que es familiar, pero ahora con una luz distinta, un tono, un olor, un cáliz total y absolutamente diferente del que era. Tú ya no eres la misma persona, ni si quiera están las mismas personas que en un entonces eran inamovibles en este lugar. Se han ido, igual que tú, que ya no eres el que eras. Sentimientos contradictorios de lo que sentiste, lo que sientes, lo que esperas sentir, lo que quieres sentir y lo que realmente se sigue/acaba sintiendo.

Miro al rededor y las escenas se repiten en la mente como una película antigua, cada pestañeo, cada mirada, cada minuto de nerviosismo y ese punto de inflexión en el que la valentía ganó, decidiendo dejar el ¿y si...? de lado y ver qué es lo que podía llegar a pasar.

Y ahora me pregunto, ¿dónde cojones quedó eso? ¿En qué momento decidimos que así estamos mejor? Cuando sabemos lo que puede ser y estamos aquí como marionetas de nuestro conformismo sólo por no arriesgar demasiado, por no ser vulnerables de nuevo. Así estamos perdiendo, perdiendo con nosotros mismos y volviendo a dejar ganar al ¿Y si...?