viernes, 15 de junio de 2012

Las contradicciones laten.

Estoy cansada de aparentar ser fuerte ante los demás, ante todo el mundo, cuando a veces lo único que quiero es desaparecer, ir lejos, abandonar ese lugar en el que estoy atrapadad, por así decirlo y apartarme de todos esos ojos que están puestos en mí y de los que sencillamente deciden ignorarme, para así estar en otro lejano, lejos de cualquier mirada que pueda verme mal, que pueda ver como me acabo rindiendo a las lágrimas, a la impotencia, a todo aquello que llevo dentro y no sé cómo dejarlo arder, alejarme para que nadie pueda ver que mi mirada llueve.
También estoy cansada de ser feliz, bueno, mejor dicho de aparentar estar feliz constantemente, de aparentar que nada, absolutamente nada me afecta solo para que otros no se preocupen por mí, solo para evitar no llamar la atención en ese aspecto y pertuerbar en ese caso sus pequeños momentos de felicidad efímera mientras yo espero en silencio, ausente y alejada a que alguien mire bien, se fije y consiga ver bajo la coraza que llevo dándose cuenta de que en realidad estoy muriendo por dentro y tenga el valor suficiente de venir y preguntarme 'Eh, ¿te pasa algo? ¿Estás bien?' y que cuando yo mienta y diga lo perfectamente bien que estoy, mientras intento que no se me quiebre la voz, no me crea, porque aunque no quiera que nadie me salve de nada, es exactamente lo que estoy esperando, es la mayor contradicción con la que me enfrento, porque en cierto modo, las contradicciones laten en mí.

sábado, 2 de junio de 2012

Vivimos muriendo constantemente.

  Lo que te da la vida, lo que te hace respirar, lo que te hace tener, en cierto modo ilusión; lo que te da fuerzas cada mañana para levantar de la cama y seguir con tu agotadora rutina  es, curiosamente, lo mismo que nos mata, lo mismo que es capaz de dejarnos sin aire, lo mismo que hace que no queramos despertar, lo mismo que hace que queramos ser los prisioneros de las sábanas y que éstas nos agarren y no nos dejen levantar, lo mismo que es capaz de quitarnos las ganas de todo, las ganas de seguir adelante. Y es que lo mismo que nos da fuerzas es capaz de quitárnoslas en un solo segundo. Y cuando lo que te da la vida se vuelve en lo que te mata lentamente no encuentras la forma de seguir, más bien no eres capaz de encontrar esas ganas que te hacen seguir.
  Entonces, estás vacío, hueco. Dentro de ti se ha quedado un hueco, un espacio libre donde estaban esas ganas, esa ilusión, esa felicidad de momentos efímeros esperando que con el tiempo y con ayuda pueda volver a llenarse poco a poco. Aunque nunca estará igual de lleno, igual de completo que al principio, siempre quedará un pequeño vacío de amargura dejando constancia de ese roto que con el tiempo sanó.
  Eso que nos da la vida, eso que a la vez nos la quita es nuestro gran y frágil corazón que late a veces casi por inercia.